Hable, les dije que ella se iba a las once.
La lógica les debió indicar que yo llegaría a las once y cuarto, llegue diez y media, estaba oscuro, me cociné, no, me recalenté la comida. Esperé que se levanten. No sucedió.
¿ me espereron demasiado?
Me costó aprender que esperar ya es demasiado. Tengo un grado de vertigo a la soledad y no porque haya caído en ella, sino por una cuestion de gusto.
Dejé una nota.
Mañana habrá mas tiempo para estar juntos, este dia ya se termino.
El tiempo no es el que marchita las flores, los pétalos cuando caen, son distintas esperanzas que elegimos no tener. Cada pedazo, cada lugar, cada lagrima, son diferentes trazos de la vida que arrancamos. - Me desperté, pensé: aunque no se note, los peces también lloran. Moví la cabeza rápidamente, no estaba dormido, no era un sueño, me estaba cayendo.
Ya no habria de que agarrarse.
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Me desperté, si me había dormido. Comprendí que solo era sueño lo que tenia; el papael descansaba en la mesa y el lapíz en mi mano. Sólo logré escribir estupideces, rompí el papel, - debo haber dormido veinte minutos -, decidí no dejar nota alguna, que el cerrar de la puerta de un golpe seco despierte a los traidores.
Me fui sin saber si las cosas asi sucedieron. Prefiero pensar que si.