jueves, 25 de marzo de 2010

(un) Dias

El día empieza con la rutina
El desayuno pasa desapercibido.
La cotidianidad esta en los besos que no saben a nada,
en la misa de los domingos,
en lo rojo de un semáforo,
en el golpe seco del diario por la mañana.
El día continúa nosotros pidiéndole permiso a el
y con cierto soborno pintamos muecas para avanzar mas rápido.
A medio día la sinceridad es más aguda y muestra notas de nostalgia,
extrañamos a quien dejamos temprano, al olor a tostadas del desayuno que pasó rápido, a la luz roja del semáforo donde dejamos la existencia de un beso.
Salgo en mi smoke time y veo el sol a la altura de los ojos, la rutina es más mediática y tendenciosa por eso me concentro más en el calor de ese abrazo por la mañana y entre tanto pensamiento intercalado y ecléctico me doy cuenta de que estos días no tienen nombre, que ensayos de una ceguera no es solo un libro y que solo basta con no salir un sábado para afirmar que los residuos de los domingos por la mañana están en el aire.
El día termina con besos que no sobornan mentiras, con ojos cansados que te buscan y encuentran, con las palabras que el oído más quiere, con el gesto mas simple de la piel.

sábado, 6 de marzo de 2010

km 1207


Hay pequeñas cosas que no tienen a donde esconderse, hay cambios tan grandes que nadie se da cuenta, hay cosas que se creen tan eternas que duran poco para siempre.

La belleza no se mide en tiempo, pero no importa, eso jamás se enseña, al tiempo en cambio lo aprendimos a medir, pero eso tampoco importa porque jamás aprendemos de lo estrictamente preciso. La nada esta en lo absoluto y el amor en la imprudencia de las cosas que no tienen orden, en lo impreciso de querer y comprender, en lo estricto de saber quien soy siendo con vos, con todos. Hay que aprender a abandonar negligencias porque hay cosas inteligibles que no nos comprenden. En la meseta del calendario no encontramos la belleza de nada y estamos tan acostumbrados al orden de las cosas que el lunes siempre será el primer día.
El engaño del olvido es promovido por la misma distorsión del tiempo que habita junto a las pelusas grises de un bolsillo viejo.
Ignorar lo que uno fue siendo mientras era, hoy es un delirio bañado en cobardía.
La poesía de vivir viaja en auto devorando kilómetros con cuatro bocas que muerden la nostalgia de lo que había sido pero que también saborean el metálico gusto de lo que no ha podido ser. Viaja entre querer dejar de ser mientras las horas del calendario anuncian el calentamiento global de las ideas que no mueren y cierto mundo te invita a visitar sus lapidas, viaja y no sabe estacionar su duda entre lo colectivo y personal. La poesía que muere no se destruye pero si se detiene; el tiempo que el hombre no comprende sabe conjugar el renacimiento de ciertas cosas que envejecen.

Hay un mundo inesperado que esta esperando, hay de que llenarse no solo la boca.
Saberme incompleto y no insatisfecho, es de las cosas más hermosas que me apropie en la vida.

Bitacora de Caminos Singulares